7/15/2010

Soy de D. Jaime. Ahora y ya veremos.



Soy de D. Jaime. Ahora y ya veremos.

Ayer mientas paseaba por Claudio Coello, me topé con él. Salía de Óscar de la Renta ¿Qué le pasa? Está triste, sin destino. Por un momento pensé en acercarme y saludarle como hago siempre con alguien que me cae muy bien. Pero no, no lo creí oportuno. Su cara mostraba tristeza mientas caminaba números arriba. Acompañado, pero solo, hablan y no escucha.

D. Jaime es el referente de la distinción, refinamiento un “dandi”casi perfecto. Generoso en amistad, altivo y cercano, oscuro y claro, algo de soberbia. Lo debe de dar los dos metros de estatura, el aire castellano y los apellidos que siempre empujan y dan sostén. Impecablemente vestido con traje azul, pero triste, es espejo sin vínculo.
En otras ocasiones su cara era otra, su expresión, su caminar, chispa. Creo que ayer algo no le gustó; su mirada, no digo que perdida pero sí distraída, lo delató.

D. Jaime contempló cómo la mujer de su vida se contoneaba, sonreía, bailaba y disfrutaba como todos los españoles con el triunfo de la selección española y él no pudo compartir ese tiempo robado con ella.

¿Qué dejó D. Jaime en París? ¿Qué ilusiones y alegrías perdió? ¿Quién le mal aconsejó? ¿Cómo pudo desgastarse? No ha vuelto a reír como antes y no creo que sea por la disciplina prusiana a la que se vio sometido por voluntad del amor. No, es algo más.

¿El paso de los años nos hace a todos iguales? Perdemos gracia, espontaneidad y yo quiero, carcajada. ¿Qué ganamos? Mucho. No lo medimos pues creemos que todo es nuestro. Estamos en posesión del todo y hay que valorar y cuantificar lo nuevo.
He dejado atrás mucho, pero he ganado más. Días de tormento, días de pena golpean con los más de calma, sosiego y luz. Son los años, el tiempo no vuelve. Los caminos arados ya no se ven. Hay que volver. Es pereza, es carne, es equivocación, es lucha, entrenamiento para nuevos caminos para los que estamos mucho mejor preparados aunque con menos tiempo y con muchas paradas. Quién sabe si nos hacen cambiar de dirección.
Os sigo apreciando y vitoreando a los dos, pero D. Jaime, los caminos pasados son el futuro, los llevamos en nuestras mochilas (LV) y nos sirven de guía aunque a veces nos pesen y nos hagan pesar.

D. Jaime, ¡anímese ¡ su mochila está llena de cosas que ayer no tenía, y ya veremos, pues mañana puede ser mejor.

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