2/08/2012

¡Felices veinte!



Ayer, mientras caminaba por el río comprobé que los árboles ya tienen las yemas en sus ramas. Sí, las yemas de la vida, de la juventud y de la fuerza para dar la bienvenida a la primavera.

Allí están, como nosotros en nuestros mejores tiempos, cuando tenía veinte años, plantando cara a la vida. Riéndose del frio imperante y sacando pecho al viento. Me vi reflejado con veintitantos años. Todo era altanería, lo sabía todo. ¿Vivía en la inconsciencia? Puede que sí. Igual que las ramas salen ahora con las mínimas de frío, yo hacía lo mismo con esa edad, desafiaba a todo, normas, reglas… y seguro estaba de mí y de mis actos. ¿Porqué? Pues quizá en nuestro marcador genético lo llevamos codificado. Con veinte años todo es para ti y tu imaginación, nadie te para.

Con esa edad no tienes enemigos, o no los ves. Siempre de buen humor. No negaré que han existido ocasiones en las que me he reído de lo que no debía y me arrepiento, pero… Comentábamos entre risas lo que hay a la vista para el próximo fin de semana, ese era el motor. Ser el más elegante y el elegido del panorama social del “finde”. La vida en una conversación, en una mirada de cualquier bar, ver quién saludaba a quien y el saludo es vitamina. Debo de confesar que los besos no fueron muchos, pero si las ansias de vivir y reir.

Hablábamos a gritos. Lo dábamos todo y creíamos que se nos entendía todo mejor con toda nuestra vehemencia casi radical. Ahora, odio el grito (del que no me separo) y el olor a fritanga, entonces lo adoraba. No tenía más hobbies (salvo los toros) que pensar en que llegara el fin de semana. Ahora los tengo y me dejo apasionar. Las marcas me atrapaban, cuanto más exclusivas y menos vistas mejor. Rogaba a mi madre y padre para hacerme con lo último, con todo tipo de explicaciones. Hoy nada de marcas evidentes y todo mucho mejor si es de una buena sastrería. Cuando mi padre de pequeño me llevaba al sastre, lo odiaba. Hoy es todo un deseo, entonces soñaba con tener unos “jeans” que hasta los quince no llegaron.

Muchas veces cuando me encuentro con compañeros y/o amigos de de esa época, me sorprendo de lo cambiados que están, claro que seguidamente la pregunta es ¿cómo estaré yo? Y siempre me respondo: mucho mejor, después reflexiono: he perdido la cintura que nunca tuve, me estoy poniendo un poco fondón… calvo, etcétera. Claro, que tampoco me ayuda que mi vestuario sea estilo “viejuno”, o de “chico del coro”. Intento darme un golpe de color para perder el look clásico, anticuado, vamos, de “pereza total” pero con el que me encuentro cómodo. Sí, intento dejar atrás el look “ropero misionero” para incorpórame al estilo más atrevido cuando puedo. Incluso para los desfiles de Semana Santa, intento dar un paso más. Como dice mi hermano “Chagüi” las túnicas nuevas de Semana Santa están perdiendo tanta calidad que parecen de los Chinos (a veces, dudo que no lo sean). Adiós a las buenas hechuras y los ricos tejidos, nos invade el “low cost” también en SS. Las nuevas ya se las confecciona Jaime Gallo.

Hemos cambiado, por suerte ahora escuchamos, sabemos ser falsos con arte y nos gusta que nos sirvan siguiendo la dirección de las agujas del reloj. Nada de ser sincero. Todo educación, aunque a veces estorbe, pero es mucho mejor. La moderación nos toma. Hemos perdido la frescura de las nuevas ramas. Quizá porque nos han vareado en demasía y lo queremos todo controlado. Ahora es distinto, silencio, compostura, rigor y selección. Ya no estamos para dar rienda suelta a pesados y charlatanes. Tengo un futuro por el que luchar, como esas jóvenes ramas y lo más importante, el cariño de la familia que me hace tener la fuerza, la energía y la alegría de los veinte para lo que venga. ¡Felices veinte!


FOTO:Josué Crespo, Victor Mendes, P.crespo y Pepe Ibañez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que ganas de leerte otra vez! Ya se sabe cada edad tiene sus notas..... y creo que la frescura no la has perdido.

Josué dijo...

GRacias¡ hemos tenido temporada de trabajo yalguna cosa más. pero creo que ya estoy otra vez con mis tonterias-locuras, GRACIAS

Elena FGR dijo...

Me encanta leerte Josué, y si... con 20 años nos creíamos por encima del bien y del mal!
Que ingenuos!... pero también que majos, que monos y que tiernos...
Dejamos muchas cosas por el camino, que son las que nos hacen ser como ahora somos...
¡unos auténticos cracks!
Besos,

Josué dijo...

Elena que razón tienes. eramos unos niños mayores¡¡¡ gracias¡¡¡¡