Alborada
Una vez finalizado
el desfile del 2015, como todos los años tuvimos la reunión posterior. En ella
siempre surgen la autocrítica, la
reflexión, las dudas, los fallos, los aciertos, etcétera. De entre todos los
acuerdos, decidimos que la cofradía renovaría
los cordones portadores de la medalla,
almohadillas de los banzos, y dispondría de un paño de difuntos o pendoneta
para el próximo desfile.
Como muchos
zamoranos, todo lo relacionamos con nuestra Semana Santa. Pues bien, un día de octubre cuando nos
dirigíamos a la localidad de Madridanos, para celebrar el día de la provincia e
invitados amablemente por la Diputación Provincial, no sabíamos que encontraríamos el broche
especial a nuestra Semema Santa en forma musical.
Entre todas las
actividades que estaban previstas,
anunciaron la presencia de Manuel
Alejandro López, director de la Banda de Zamora, el folclorista Luis Antonio Pedraza y el autor
musical el instruido David Rivas.
Sonó la música en
aquel momento. Se unía lo formal y lo tradicional. Sonreímos. Nos despertamos
con la majestuosidad de la tierra.
Parece que en ese instante vimos con los ojos cerrados, cómo la piedra del sepulcro giraba y despuntaba la Vida. Dejando atrás mortajas, vendas y un capillo gris. Soñamos en ese preciso momento, en Madridanos, que de aquel catafalco de pobreza y desolación resurgía con armiño y solemnidad gracias a unas notas
musicales. Era octubre, cuándo todo cae, peros los acordes nos trasladaron a la
primavera. Llegaron las flores en plena marchitez.
Acaecía el cierre musical que siempre soñábamos y que se nos resistía.
Lo presentimos, Lo
sentimos, El corazón nos llamó. Hubo
miradas cómplices. Nos fuimos a Marzo.
Se cruzó la música de la Resurrección, y allí, vimos como La Virgen iba tras su hijo, triste y emocionada. Unos pasos detrás de ella, la comitiva que
desfiló el viernes Santo, a cuyos hombres
entregaron los restos inertes de
Jesús de Nazaret. María no pudo contener las lágrimas. La notamos derrumbada,
saliendo de San Vicente, suplicando al cielo, con un nudo en la garganta y le
sintió más cerca que nunca sobre su regazo. Gritó ¿Por qué yo?
A los tres días, después de girar la losa, un remolino de gente se separa en señal de
respeto y honor. ¡Qué pasa! Se abre paso
en la plaza a la Majestad. La ceremonia y la precedencia. Nos indican que algo grande pasa. La Madre en su soledad, se despoja con fuerza y
decisión de aquel manto negro. Un movimiento instintivo, rápido, aunque no
atropellado. La tierra le había devuelto
con vida al hijo. Salió corriendo hacia Él. Tras el saludo, ambos, de la mano y
al unísono decidieron enseñar el camino,
con los sones de nuestra tierra. Allí estaba la novedad, una pieza musical. “La suite sayaguesa” y para la ocasión, una alborada.
Elegida por su carácter solemne. Una pieza mañanera en honor a la realeza. La
Verdad se presenta en loor de
multitudes con el brazo en alto en señal
de Victoria. Es La Resurrección, el comienzo de un tiempo nuevo.
La luz con la
que amanecemos cada Pascua de Resurrección tiene los ocres fuertes de las
tierras de Zamora. Quizá, sin saberlo, El Soberano quiere que lo escuchemos
mejor. Que lo comprendamos. Quiere llegarnos. La flauta y el tamboril se unen con
los imperiosos y poderosos instrumentos de cuerda, percusión y viento de la solemne banda para
que escuchemos bien su mensaje. Anuncian la alborada, el Grande entra en Zamora
Triunfante.
Los cargadores,
orgullo de toda familia zamorana, casi incapaces de terminar, están ya en la
plaza. Físicamente muy mermados, a punto del desaliento. Miran entre las
rendijas… En ese momento, aflora ese sentimiento de cargador. Entre los banzos y como último esfuerzo surge ese: ¡Vamos¡. La devoción, la penitencia y la
familia van en sus hombros. La ilusión es máxima. La impresión es aún mayor porque representa
toda una novedad. Ayudados y acompañados de los compases, con estilo, poderío y
cadencia, como los buenos vinos de Toro, caminan juntos Jesús Resucitado y María, culminando su Encuentro en la Plaza.
La Plaza Mayor, residencia de todos los zamoranos, esperaba
sola y sombría. Los casi dos mil
hermanos, presurosos abrieron un hueco
para que Madre e Hijo avanzaran. Rozando las once y media, Jesús
Resucitado entró triunfal en la plaza, La
música comenzó. Todos estábamos algo
nerviosos. ¡Sones nuevos! Nuestro silencio cómplice y arriesgado. Sabíamos que encajaba, pero… Comienzó el
baile de los pasos. Ese primer silencio eterno de sorpresa fue seguido y acompañado por
las caras de alegría que se sumaron al ritmo. Un Aleluya Terrenal.
Después, el momento más relajado del día y quizá de toda
una semana, todo un año. Hubo miedo,
pero también determinación y decisión. Nuestra Presidenta, lo vio claro. Se
dejó aconsejar de quien sabe. Qué difícil es a veces. Logramos con gran esfuerzo contener las lágrimas al
igual que el resto de la directiva de la Santísima Resurrección, pues la
emoción se ha dejado palpar en el ambiente. Jesús Resucitado sube triunfador
desde Santa María de la Horta. Nos llama puerta por puerta por toda nuestra ciudad,
y ahora con sones de alborada. Gracias,
mereció la pena el arriesgar.
Publicado en la revista fondo,
https://issuu.com/semanasantazamoraorg/docs/fondo_2016
1 comentario:
Josué ¡qué gran acierto la Alborada! Un momento para soñar todo el año... una banda sonora de las emociones concentradas en ese mágico instante en qie desñwdimos nuestra Santa Semana.
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