Esta
mañana La Iglesia de Santa María de La Horta,- la parroquia de nuestra cofradía -era un auténtico
hervidero de gente, multitud de caras
conocidas de la Semana Santa de Zamora.
Bien es sabido que la vida es mitad champan y mitad
pena, penita pena. Y lo peor es que
nunca se sabe cuando toca una u
otra. Es más, puedes tener temporadas de una
y no de otra. Hoy toca la peor: la marcha, la marcha de nuestro “Pepe”. El
desconsuelo sin límite para la familia. La
amargura y el adiós sin despedida. Sin tiempo.
La prisa, el no ver su cara y verla a todas horas dibujada en nuestros
sueños. Todo tan reciente que no hay momento para la reacción.
Para
todos y cada uno de nosotros es un honor
poder acompañar cada domingo de Resurrección a Dios hecho Hombre, crucificado y resucitado. Momento de encuentro y alegría después de la angustia sin despedida. Pepe, como buen
director de procesión, pese a su juventud, se nos adelanta una vez más para guiar y
enseñarnos el camino. Él que tanto controlaba los tiempos, se adelanta para abrir el camino, solo y
mostrando su dignidad nos dice hasta
pronto.
Aquí deja
a su familia unida por el dolor, pero también la esperanza de que él seguirá guiando sus vidas. Siempre impecable, reflexión y socarrón. Cada domingo de Pascua
cuando suenen los primeros cohetes
nos acordaremos de quien guió a nuestro Santísimo Cristo Resucitado, y ya a su derecha acompaña.
Descansa
en paz.
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