5/06/2011

Gracias, corazón




Gracias, corazón

Hola buenos días, ¡dígame! Imperativo y directo. Joder qué miedo, como si un hachazo nos cayera encima. En otras ocasiones, según entras en las tiendas: "no, de su talla no tenemos nada…." Gilipollas que no es para mí. "No, todavía las rebajas no han comenzado". ¿Cómo…?
Sí, a veces entrar en algún establecimiento del ramo es así. Es ir preparado para la guerra y tener la artillería lista para responder a la marrana o marrano que te atenderán. Te miraran con cierto desprecio. Eso nos pasa por ir a tiendas, bares y restaurantes de quiero y no puedo, de gentuza. Y además casi siempre es gente poco aseada y con uña larga y sucia. Por suerte, he entrado en otras muchas (las más) donde todo es distinto. Dedicación y servicio al cliente. No hace falta ir por Claudio Coello, Velázquez o Lagasca… de todo hay en todos los sitios.

El viernes pasado, antes de entra a trabajar, iba con tiempo y decidí reponer gasolina. Por favor, el surtidor numero 4, sí, 40 euros de diésel El carné … Silencio…… Me quedo parado…Y me da solamente el ticket. Te dan ganas de pegarle una bofetada y que comience hablar “mudo”. Se dice, buenos días, gracias o hasta luego corazón, so gilipollas.

Por favor, que la niña no toque nada, en una tienda de juguetes… ¿No crees que te equivocas de negocio? Retrasado. Mejor que pongas un museo y que pases el plumero, no sirves para el público. Te iría algo mejor. Menuda subvención te ha caído para montar el negocio. En esa tienda hay tan pocas ganas de vender, le veo un futuro oscuro. Y casi hasta me alegro.

Prefiero los que venden las excelencias y mienten en positivo. “Es una pieza única”, “es algo especial”, “es un toque magistral”… está hecho para ti, mírate (con espejos trucados… así cualquiera), te hace delgadísimo, altísimo... –nunca cultísimo– es una pena. Otro ejemplo, son los que te dicen, "yo lo tengo y va fabuloso, sienta muy bien"… a ti, cabrito. Lo malo es que éstos se toman unas libertades un "tête-à-tête" que te dan ganas de…. Y todo porque llevan la ropa neo-neo hippy con toques de mercadillo algo espeluznante, pero allá cada cual… son una corte de aduladores en cuanto ven la tarjetita. Nos vienen bien para reafirmarnos en la compra, los demás no están de acuerdo con nosotros y buscamos nuestra seguridad.
Y lo que más gracias me hacen son las mantequerías, dispensadores de fiambres. ¿Ese queso que tal sale? Fabuloso, a mi “Vane” le encanta. Lo devora, el queso, el jamón de York de la selva y todo lo que lleve su madre a casa, es una animal.
Pero, todos estos son en positivo y tiene su buen valor. En estos casos, se corre peligro con la partida de parlanchines, te agotan y terminas por no volver. Recuerdo que los veranos mi madre me llevaba a cortar el pelo. El peluquero sacaba sus armas con un niño, tan rápido como desaparecía mi madre por la puerta: "Hace un día fabuloso, sí. ¿Iréis a la finca? ¿Donde la tenéis? ¿Qué, tenéis piscina? ¿Grande, supongo? Oye, el otro día os trajo un mecánico? Y ¿ese coche? Tu padre trabaja en…?". Sin parar… agotador. Observé durante los veranos que cliente que salía por la puerta, cliente que criticaba, así que pensé que conmigo haría lo mismo. Decidí no volver, cuando vi que puso verde y de feo para arriba a un niño a los que había pelado en cuanto salió por la puerta. ¡Qué no haría conmigo que era una bola!. Mejor, el peluquero militar.

Pero de verdad los que me gustan son los que tienen hijos de la edad de los míos. ¿Quien te la lleva? ¿Va por lo particular? Y siempre la mía más y mejor. ¿A que guardería? no, no va. Pero, ¿tendrás ayuda? y ¿cuánto te cobra? Va a la Milagrosa, Uhhhhh, yo es que a los curas y las monjas… que piden sin parar. Joder, y tú… Prudencia, prudencia que lo mismo tanta afabilidad hace que no me vuelvas a ver el pelo, rey.

Qué diferente, cuando vas a otros sitios y lo primero, cuando entras te embriaga y envuelve la educación y la amabilidad. Sin desbordar y pasar al peloteo y la cursilería.
O cuando voy a comprar el pan y la buena de Rocío, me dice "Buenos días corazón" y me regala una bolsa de cromos, gusanitos para mis hijas. ¡¡¡Y sólo le compro el pan y los churros¡¡¡ y se despide con un "Adiós cielo, da un Bs. a tus niñas…"

Me ha sorprendido (para mal) la pésima atención que me han dispensado en algunos sitios (restaurantes, bares…). Les he comentado lo que quería y sólo he encontrado silencios y en ocasiones se han limitado a decirme: "Pues bueno, podrías tener unos tal, o unos cual, en general tienes pocas opciones". He tenido que arrastrar la conversación a "¿y cuánto cuestan?" "¿y me los puedes enseñar?” "¿y qué crees que es mejor?" "no sé, depende de los gustos". "¿Me recomienda la merluza?".
De verdad, he visto de cara al publico poca disposición, conversación inexistente. Y a todo esto, sin pararse a mirarme un poco a la cara, todo el rato mirando por encima del hombro, como diciendo "Hala, venga, no molestes" y pide.
Cuando salgo, pienso "si me hubieran dedicado 5 minutos, igual hubieran hecho una venta estupenda". Repetiría una y mil veces, no me importa pagar de más cuando el servicio lo merece. El boca a boca corre más deprisa que cualquier anuncio.

Por otro lado, no desesperes porque no es lo habitual. Pero lo que no entiendo es cómo pueden existir este tipo de prácticas... patético. Con lo difícil que es hacer un cliente y el alto grado de satisfacción que genera la venta física. El tiempo y la dedicación para resolver y guiar al cliente por donde quiere, explicando todo y las diferencias entre unos y otros. Es de por vida. Quien no vuelve a tal pueblo y recomienda aquel hotel, o ese restaurante…. Pero…. ¡en qué manos dejamos las empresas! El servicio de postventa debe ser excelente, ofrecer facilidades: nos permitirían tener confianza. Que no parezca el aquí te pillo aquí te mato y mañana ya no sé nada…

En otra ocasión, que compré una colonia –menos mal que no era para un regalo–, cuando llegó el momento de abrirla pensaba en seducir con sus olores…. Casi me muero. Un hedor infernal que a punto estuvo de provocarme vómitos y una úlcera en primer grado. Enseguida, y una vez repuesto, me dirigí a la perfumería. Para mi asombro la dependienta estupenda, pintada, maqueta, y masajeada todo gratis, se negaba a devolverle el dinero de la colonia que no olía bien. Todo fue arranque, insultos e improperios. ¿Cómo? –ese truco estaba muy pasado, que seguro que alguien me regaló otra y la cambió… Al final, yo callado, corazón. ¿Quién soy yo para exigir un trato preferente y por inobservancia del deber a la hora de compra? Y que incluso podía tratarse de una falsificación que no había comprado en aquella perfumería. Jamás he vuelto a pisar esa tienda.

Todo cliente de categoría que se precie, donde es mal atendido no se queja: directamente no vuelve Así que ya sabes qué hacer. Aunque, lo mejor es desplegar todo nuestro desprecio o, si hay mal día, toda nuestra ira y nuestras peores caras y contestar –hay que tener valor– pero, es que a veces… desperdiciamos nuestro tiempo con la gente.

Cuando compras en alguna tienda a veces tienes la sensación de tener que rogar para que te vendan o de que estás pidiendo un favor. Mejor olvidarse de ellos. Nos tenemos que sentir cómodos y disfrutar del momento. Tendremos que impartir un curso de buenos modales o técnicas de ventas a algunos comerciantes y empleados de tiendas y negocios. ¿Verdad? Gracias rey, corazón.

1 comentario:

Josué dijo...

Josué,



Corazón, me acabas de alegrar un día que empezó infernal (bueno la semana va siendo de este pelaje), y no tiene pinta de mejorar.



Un abrazo, Juan